MADRID, 26 Jul. (Nicolás Torrijos Osorio/Universidad de La Sabana) -
Luego de un tiempo, Gibrán se volvió socio del lavadero de carros donde estuvo tres años hasta que sus jefes vendieron el negocio y él comenzó a trabajar en Admi Taxi, la empresa de su hermano mayor. Ahí se administraban alrededor de 300 taxis. La labor de Gibrán era ayudar a controlar los ingresos de dinero y unificar los recaudos.
Además de recibir el 5% de ganancias de Admi Taxi, correspondiente a 4 millones de pesos de la época, era dueño de un taller de taxis que hacía parte de la empresa y realizaba latonería, pintura y mecánica. Su estado económico había mejorado del cielo a la tierra. "Facilito ganábamos en un mes 25 a 30 millones de pesos", cuenta Gibrán.
A pesar del auge económico, la empresa se acabó y las entradas mermaron exponencialmente. Solo administraba los taxis de su hermano y los de él. A partir de eso crearon Admiservicio Muñoz, una segunda versión de la primera empresa que administraba 170 taxis.
"Él es muy estricto en su trabajo y toca hacer las cosas como él diga", menciona Ingrid López, la mano derecha de Gibrán, quien lo conoce hace varios años y recalca la experiencia que tiene en el gremio de los taxis. Norela trabaja junto a él y pasan sus días aparentemente sin separarse un segundo.
Hoy en día continúan las vacunas en su finca. "Las disidencias de las FARC quedaron y se paga una cuota anual de 10 mil pesos por cabeza de ganado, alrededor de 2 millones de pesos o simplemente lo que ellos pidan", cuenta Norela.
"El mono" tuvo el carácter de superar las adversidades. En Bogotá tiene la paz que no tuvo en el pueblo cuando no dormía tranquilo y solo pensaba en que cualquier momento se iba a morir. "Lo único es que yo no puedo dormir con una puerta abierta, siempre debe estar cerrada. Antes echaba llave, pero ya no", menciona Gibrán.